Actualmente, nuestra sociedad se rige por este fenómeno al que llamamos consumismo, el cual conduce a las personas a adquirir bienes o servicios de una manera desmedida; por lo que deducimos que éste afecta a personas de un nivel socio-económico de medio a alto.
Hace algún tiempo, las personas no necesitábamos tantas cosas para sentirnos bien y ser felices; bastaba con tener un lugar en donde vivir, tener qué comer y una que otra prenda de vestir. Si bien es cierto, hoy en día, nuestra sociedad se ha inventado ¨necesidades¨- que desde mi punto de vista son absurdas- como por ejemplo: adquirir el televisor más grande disponible en las tiendas o tener el auto de último modelo. Ya no es suficiente o, mejor dicho, ya no nos conformamos con cubrir las necesidades principales y básicas del ser humano. Ahora, en nuestro entorno, se ha vuelto indispensable tener lo mejor, lo más caro, lo que está de moda.
Y es precisamente la moda y la publicidad las que tienen tal poder masivo y fuerte que influyen de manera importante y directa en nuestra conducta consumista; pues está en todo: música, ropa, productos de alta tecnología, centros recreativos y hasta en los alimentos. La moda es un mecanismo de cambios contantes en el estilo de vida de las personas, el cual crea una necesidad de renovación, por el mismo hecho de que frecuentemente salen a la venta productos nuevos y esto induce a que la población desee adquirir lo último y más novedoso, creándose así un círculo vicioso.
El consumismo, al provocar que las personas actúen de una forma ilímitada, ocasionando una permanente inestabilidad en sus cuentas, afecta al ahorro en ciertas familias, sobre todo las de clase media; pues muchas se dan el lujo de hacer gastos innecesarios cuando ese dinero puede ir directo a la cuenta de ahorros, en lugar de comprar algún objeto que posteriormente se va a desechar y no va a dar ningún beneficio a largo plazo.
Por otra parte, este fenómeno es como se diría una bofetada a la pobreza. La realidad es otra. El sector pobre lucha día a día para poder conseguir un pan para llevárselo a la boca y no morir de hambre, mientras que otras personas no muy lejanas malgastan el dinero a su antojo.
Consumir está bien, todos lo hacemos. El problema está en consumir sin medidas ni límites, en cegarnos ante esa compulsión que nos induce a comprar y adquirir productos, sin antes detenernos a pensar si realmente los necesitamos.
Por otra parte, este fenómeno es como se diría una bofetada a la pobreza. La realidad es otra. El sector pobre lucha día a día para poder conseguir un pan para llevárselo a la boca y no morir de hambre, mientras que otras personas no muy lejanas malgastan el dinero a su antojo.
Consumir está bien, todos lo hacemos. El problema está en consumir sin medidas ni límites, en cegarnos ante esa compulsión que nos induce a comprar y adquirir productos, sin antes detenernos a pensar si realmente los necesitamos.